Y me vi sola, sentada en un banco. Sin abrigo, sin frío. Sin compañía, sin soledad. Sin luz, apagada. Todo daba vueltas, desde fuera y desde dentro. Vino aquel,
-¿te ocurre algo?
-¿cómo dices?- sorprendida
-¿Qué haces aquí sola? Hace frío, ven.
-Lo siento, no quería darte pena. Pero no te necesito a ti, ni a nadie.
-Yo no diría lo mismo. Si no necesitases ayuda estarías allí dentro, bailando.
-No me gusta bailar.
-Mientes, te he visto, y lo haces jodidamente bien.
-Cierto, adoro el baile lo que no me gusta son las miradas de babosos como tú mientras bailo.
-Te estás pasando, si me lo pides me iré.
-¿Cómo dices?- sorprendida.
-¿Qué haces aquí sola? Hace frío, ven.
-Lo siento, no quería darte pena. Pero no te necesito a ti, ni a nadie.
-Yo no diría lo mismo. Si no necesitases ayuda estarías allí dentro, bailando.
-No me gusta bailar.
-Mientes, te he visto, y lo haces jodidamente bien.
-Cierto, adoro el baile lo que no me gusta son las miradas de babosos como tú mientras bailo.
-Te estás pasando, si me lo pides me iré.
-¿Cómo dic..?
Y me calló con un beso.
Y me vi con él, sentada en un banco. Sin abrigo, con su abrazo. Acompañada, sin soledad. Sin luz, deslumbrante. Todo daba vueltas entorno a nosotros. Vino aquel, y me salvó. Realmente necesitaba su ayuda. Por un momento llegué a pensar que lo había perdido todo.
Y me calló con un beso.
No hay comentarios:
Publicar un comentario
Pensamientos calamocanos