sábado, 15 de septiembre de 2012


Hacía casi un mes que no nos habíamos visto, apenas nos habíamos llamado, recuerdo un día, sí un 17 de agosto, recibí una llamada, y era él. Toda ilusionada fui a coger el teléfono pero sólo quería hablar con un amigo suyo, apenas me saludó. Fue una gran patada la que sentí, pero pronto se me olvidó, como todas nuestras discusiones.
Hacía casi un mes que no nos habíamos visto, apenas nos habíamos llamado, pero cuando le volví a ver sentí unas tremendas ganas de abrazarle, si hacía un mes que no nos habíamos visto, hacía años que no nos abrazábamos y nos besábamos tan fuerte, como si mañana él ya no fuera a estar a mi lado. 
Hacía casi un mes que no nos habíamos visto, apenas nos habíamos llamado, y sus últimas palabras hacia mi habían sido: piérdete enana, ya claro, como si fuera tan fácil... 
Hacía casi un mes que no nos habíamos visto, apenas nos habíamos llamado, pero cuando bajó de la terminal, la más lejana a la puerta de embarque, supe que en esos días de ausencia nada había cambiado, que desde aquella tonta discusión él me seguía queriendo casi tanto como yo le quiero a él, al fin y al cabo es la misma sangre la que corre por nuestras venas, y con él sí que siento este sentimiento de amor-odio llevado a cabo entre hermanos, y aunque nunca vaya a leer estas palabras: le quiero y él, ha de saberlo.
Hermano, no tendrás nunca un enemigo que te quiera y te admire más que yo.

No hay comentarios:

Publicar un comentario

Pensamientos calamocanos